martes, agosto 28, 2012

Cólera en Manzanillo de Cuba. Parte I


Delio G. Orozco González.
Historiador de Manzanillo.

Motivos del alma.
Algunos me tildaron de coprófago, en un pequeño sector desperté el síndrome de la sospecha,
mientras otros deploraron mi regreso porque seguiría siendo la piedra en su zapato; y todo,
porque decidí no quedarme en los Estados Unidos. Había desaprovechado -según ellos-, dos
magníficas oportunidades y estas se toman o se dejan, pero no se repiten, dice el refrán. Al
principio y con desprecio, hice deslizar suave y delicadamente tales juicios sobre el mismo lugar
por donde el Coloso de Rodas dejaba pasar los barcos; luego, comencé a mirarlos con pena por la
debilidad de sus espíritus y la flaqueza de sus entendimientos, a fin de cuentas, no todo el mundo
puede comprender que:
No es por azar que nacemos en un sitio y no en otro, sino para dar testimonio.
A lo que Dios me dio en herencia he atendido tan intensamente como pude; a
los colores y sombras de mi patria; a las costumbres de sus familias; a la
manera en que se dicen las cosas; y a las cosas mismas -oscuras a veces y a
veces leves. Conmigo se han de acabar estas estas formas de ver, de escuchar,
de sonreír, porque son únicas en cada hombre; y como ninguna de nuestras
obras es eterna, o siquiera perfecta, sé que les dejo a lo más un aviso, una
invitación a estarse atentos.
Y es que asumir racional y emocionalmente tal postulado sólo puede hacerlo quien, como su
autor (Eliseo Diego), tiene alma de poeta o alguien con vocación de servidor impenitente. Los
hedonistas execrables o los funcionarios adocenados, no pueden entender ni sentir la extraña y
vivificante sensación que experimenta el ser cuando cosas buenas hace. Para suerte mía, a los 30
años ya había concientizado el sentido definitivo de mi existencia; el cual, me llegó a través del
conocimiento de la vida y palabra del dulce Rabí de Galilea; mientras José Martí se revelaba ante
mis ojos como el más útil, trascendente y universal de los cubanos, debía pues, honrar ambos
paradigmas.
Nací en Niquero, empero de meses me trasladaron a Manzanillo, de modo que, aunque no
reniego de mi cuna, todas mis ataduras ideológicas y sensoriales están troqueladas en la oquedad
de este verde caimán; además, como un hombre no es de donde nace; sino, de donde se hace y le
hacen, y como aquí me he hecho y me han hecho -bien y mal-, de aquí soy. Hace poco más de
siete años escribí mi epitafio; ahora, desde el vórtice infausto de un brote de cólera reafirmo mi
vocación y como profesión de fe, inspirado en el Apóstol, declaro hasta el fin de mis días: ¡Sepan
que por Cuba y Manzanillo estoy dispuesto a que me claven en la cruz!

Datos sobre una enfermedad y un poco de historia.
El cólera es una enfermedad infectocontagiosa grave específica de la especie humana, producida
por el Vibrio cholerae, o vibrión colérico agrupada hoy entre las enfermedades reemergentes. El
cólera se trasmite sobre todo por el agua, pero también mediante alimentos contaminados por
heces fecales. Algunos mariscos y peces infectados pueden ser causantes de la afección. En el
orden clínico se caracteriza por síntomas y signos de deshidratación severa, condicionada por
diarreas con aspecto de agua de arroz (diarrea blanca) y vómitos profusos, que se acompaña de
calambres intensos en los miembros inferiores, hipotermia (descenso de la temperatura corporal),
caquexia (desnutrición) y shock, y que evoluciona de forma aguda. Es oriunda de la India y
China, de donde se extendió a otros países, y decursa por lo general en forma de brotes
epidémicos más o menos extensos y aun de pandemias.(1)
Todo parece indicar que desde hace miles de años hubo cólera en el delta del río Ganges, en
Brahmaputra, en la India, y aún se mantiene endémico en estas regiones y otras del sudeste
asiático. En la medida en que el transporte entre las naciones se ha desarrollado, el cólera se ha
expandido y se han producido varias pandemias que incluso han afectado a Cuba; se ha
mantenido de forma endémica en varias naciones del área y se han descrito 7 pandemias de esta
enfermedad.(2)
1ra. : 1816 - 1823
2da. : 1826 - 1837
3ra. : 1842 - 1862
4ta. : 1865 - 1875
5ta. : 1879 - 1911
6ta. : 1899 - 1923
7ma. : 1961- hasta nuestros días, en que aún se mantienen casos.(3)
Gran parte del mundo fue azotado por la epidemia de cólera que comenzó en 1961 y que afectó
desde las islas Célebes hasta Corea por el norte; en curso al oeste de estas islas invadió el África
y luego el sur y otras partes de Europa. Esta pandemia pudo ser controlada en 1975. El agente
causal fue identificado en una estación de cuarentena en Egipto llamada El Tor. Aún en agosto de
1981 se reportaron en Texas (EE.UU.) casos de cólera producidos por dicho biotipo: el Tor. Cuba
fue afectada por la 2da., 3ra. y 4ta. pandemias y hasta el 2012, la vigilancia epidemiológica,
estrecha y mantenida, había evitado que el cólera violentara las fronteras del país.(4)
Todo paciente de cólera debe ser ingresado y aislado (no de forma absoluta) de inmediato. Es
muy importante corregir la deshidratación y consecuente shock hipovolémico con insuficiencia
renal aguda, acidosis metabólica (disminución de los niveles de pH) y prevenir la hipocaliemia
(disminución del Potasio de la sangre). La administración amplia y precoz de líquidos es una
medida de extrema importancia para lograr una evolución favorable en los enfermos con cólera.
El uso temprano de antimicrobianos orales es adecuado para la erradicación de los vibriones,
pues reduce el volumen fecal en 50 % y detiene las diarreas en 48 h. La elección del
antimicrobiano debe basarse en la susceptibilidad del vibrión aislado en la comunidad y entre los
de elección están la Tectraciclina, la Doxiciclina, la Furazolidona y el Cotrimoxazole o
Sulfaprim.(5)

La vacunación parenteral compuesta por bacterias enteras muertas, tiene un valor limitado lo que
dio lugar a que la OMS desde 1993 estableciera que dicha vacuna es ineficaz para prevenir la
propagación del cólera. Su eficacia se calcula entre 30 y 60 %. La administración de 2 dosis, que
es la norma, sólo desarrolla inmunidad después de varias semanas y reclama de reactivaciones
periódicas.(6)
Por su parte, el tratamiento profiláctico es el más barato y menos doloroso, recordemos a Martí
cuando sentenciaba: «Medicina no es la que cura, sino, la que precave». La profilaxis más eficaz
consiste en la erradicación de las causas que mantienen el subdesarrollo, la miseria y las malas
condiciones higiénico-sanitarias de los pueblos.(7) Una medida destacada para el control del
cólera incluye que el excremento humano sea debidamente dispuesto y el suministro de agua,
purificada. La de beber debe ser hervida o clorada, así como los vegetales, los pescados y otros
productos del mar, serán cocinados de forma correcta.(8)
Infelizmente, no esta la primera vez que el cólera llega a predios manzanilleros. Francisco Javier
Antúnez, en su libro Apuntes históricos de Manzanillo y su fundación, publicado en 1927,
escribió:
A fines del año [18]51 hubo el primer caso, en el mes de enero, en esta villa, al
segundo caso la sociedad, justamente alarmada con la presencia de un enemigo
tan despiadado como audaz, principió a tomar las medidas que creyó más
pertinentes, muchas familias abandonaban la población y se internaban en el
campo; pero nada, era ineficaz, el fatídico viajero lo habían introducido por
tierra y no por mar, como al principio creyeron, fue introducido según la
tradición por unos señores que habían venido de Camagüey.
Todo el territorio fue visitado, a excepción de Macaca y Vicana (hoy Media
Luna), a donde no ocurrió ni un solo caso.
Según referencias de aquella época D. Manuel Codina le cerró las puertas con
doble llave y el viajero no pasó.
Impidió que macacos y bucaneros vinieran a Manzanillo y que de aquí no
fueran a aquel barrio durante los 95 días que el asiático viajero tuvo asentados
sus reales en esta comarca [...]
Una rápida indagación en el Archivo Parroquial de la ciudad confirma el relato anterior y permite
precisar que no fueron 95 días; sino, que esta primera epidemia de cólera se extendió por mucho
más tiempo. Un elemento significativo desde el punto de vista estadístico es el hecho de que los
libros estaban separados desde el punto de vista racial; por tanto, había libros para asentar
nacimientos, matrimonios y defunciones de blancos y registros que señalaban estos mismos hitos
para indios, pardos y morenos, con la diferencia de que la causa de muerte de estos últimos no se
hacía constar. A partir de esta circunstancia y teniendo en cuenta la vulnerabilidad de este
segmento poblacional -mayor que la blanca-, es lícito colegir que el estrago causado por la
epidemia; o sea, número de vidas cobradas, es mucho mayor que la cifra registrada en dichos
libros. Por ejemplo, en el Libro 4 de Defunciones de Blancos, en sus folios 133 vuelto No. 290
hasta el folio 151 No. 420, donde se registran los decesos ocurridos en diciembre de 1852 y enero

y febrero de 1853, la cantidad de personas muertas por causa del Vibrio cholerae alcanza 120, lo
que da un promedio de 40 víctimas mensuales.
Si hoy, a más de siglo y medio de aquellos acontecimientos, con notables adelantos en la ciencia
médica y un sistema socio-económico menos injusto que otros, la intranquilidad y la zozobra
flotan sobre nuestras cabezas; ¿cuál habría sido la angustia y el estado ánimo de nuestros
predecesores, si ni siquiera conocían la causa y por ende la terapéutica para tratar la enfermedad?
El relato sobre la estancia en nuestras tierras de Esteban de Adoáin -misionero capuchino-, puede
arrojar luz sobre los dramáticos días en que el cólera cabalgaba entre los nuestros cual jinete del
Apocalipsis.(9)
En Ciguani [Jiguaní], el mismo día que llegó el santo misionero se manifestó
una epidemia de cólera. Al día siguiente hubo once muertos y día por día fue
aumentando el número de víctimas, de forma que en doce días murieron
doscientas personas en sólo el recinto de la población. Esteban comenzó a
prodigarse día y noche en la asistencia a los atacados, sobre todo desde que
quedó sólo para tanto trabajo, ya que el párroco cayó enfermo el día 21 y dos
días más tarde el misionero que acompañaba a Esteban. [...]
La peste hacía estragos en el pueblo de Yarei [Yara], y de allí reclamaban la
presencia del misionero santo. Apenas puso pie en el pueblo encontró nueve
moribundos en una miserable casucha: marido, mujer y sus siete hijos. [...]
Ya en la iglesia, dirigió a todos una ferviente alocución; luego se dirigió a la
Virgen suplicándole por aquel pueblo y puso bajo la protección de la Divina
Pastora el partido de Yarei, nombrándola Patrona del mismo.
Cosa admirable, desde aquel momento comenzó a ceder la epidemia.
El día siguiente el compañero misionero que iba con él administró los
sacramentos a doce enfermos, pero ninguno murió; después ya no se registró ni
un solo caso…
Pasó a Yaribacoa, otra población atacada por la epidemia. Halló a la gente
aterrada y como fuera de si a causa de la furia de la peste. Fue recibido como
un enviado del Cielo. Preso de profunda congoja ante los cuadros de dolor que
presenciaba, reunió a la gente en la iglesia y, en tono de sincera convicción, les
prometió que, si se convertían de veras y hacían una buena confesión, cesaría al
punto la peste. El público rompió en sollozos y gritos de arrepentimiento. Todo
el día siguiente estuvo ocupado en oír confesiones. Al tercer día ya no hubo un
sólo caso de cólera. El pueblo no sabía cómo demostrar su gratitud y su
veneración al capuchino.(10)
Para los coterráneos del siglo XIX fue la oración y la penitencia la terapia contra el cólera;
empero, un observador avezado de nuestra geografía no puede pasar por alto el hecho de que
estas poblaciones estaban asentadas; aún lo están, al lado de fuentes hídricas de donde se
abastecían y si bien es cierto que Manzanillo no era atravesado por ningún río, el abasto principal

provenía del Yara. Por tanto, contar con un suministro de agua adecuado era entonces y es ahora,
una de las dos claves básicas para impedir la propagación del cólera.
Después, en 1869; el día 6 de Enero, entró aquí el primer Batallón del
Regimiento de la Habana, de Infantería (el mismo día que fusilaron a Hilario
Tamayo, primer condenado por el delito de rebelión), ese fatídico Batallón nos
trajo junto con él, el mortífero viajero del Ganges aunque esta fuerza solo
estuvo en la plaza algunas horas, pues salió a operaciones, sin acuertalarse
siquiera siempre dejó, en el hospital militar dos atacados del mal, y no solo
infestó la ciudad, sino los campos, pues en los campamentos de los patriotas se
dejó sentir muy intensamente, tanto como en la ciudad, en el campo, el
curandero Salazar, maestro de escuela, y Longino, un asiático «chino» fueron
los que más atacados salvaron de la muerte, no tenían reposo, según solicitaban
su presencia en los lugares de mayor infección.
Era un cólera fulminante, malo, no daba tiempo a atacarlo, como sucedió con
Juan Bayamés, un moreno albañil que a las siete de la mañana se le vió
comprando café en la tienda de D. Juan Peluzo, Maceo y Luz y Caballero, y a
las ocho de la misma ya era cadáver, como este otros casos similares se dijo ¿A
qué repetir lo que se dijo?
Cólera infantil hubo un largo período que sumó años, que periódicamente, entre
los meses de Mayo a Julio, meses de las frutas, cada año se presentaba el cólera
infantil, con mayor o menor intensidad pero siempre arrancando la vida a unos
cuántos de los atacados.(11)
Y de nuevo, los registros de archivos vuelven a confirmar el relato histórico; pues, de enero a
diciembre de 1869 la cifra de abatidos por el cólera en la ciudad sumó 25; los fallecidos por
Disentería (enfermedad de origen hídrico como el cólera producida por la bacteria llamada
Shigella), alcanzaron la cota de 13; mientras de diarrea se registraron 5 defunciones.(12) Para
1872, del 1ro. de enero al 19 de febrero, en el Hospital Militar -institución médica del ejército
español-, la cifra de muertos alcanzó la cota de 100 y aunque en su mayoría fueron víctimas de
viruela, 1/4 del total de fallecidos, esto es, 25 militares españoles, murieron a manos del cólera,
demostrando cuan dilatado en el tiempo seguía siendo la permanencia entre los habitantes
manzanilleros del mortífero germen. Como dato curioso y prueba irrecusable de que este tipo de
enfermedad se ceba en los sectores, estratos o grupos más vulnerables, está el hecho de que del
total de muertos, 92 eran soldados y solo 8 oficiales.(13)

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